El robo del orbe mágico | #OrigiReto2019 relato de mayo

Chloe estaba deseando volar. Se impulsó con las manos para subir al alféizar de la ventana y se quedó sentada, con los pies colgando al otro lado. Quizá ahora sería un buen momento para salir volando, solo un ratito. Sus mamás estaban durmiendo: ni siquiera notarían que se había ido.

Como si intuyera sus intenciones, Gigi, el gato negro de la familia, saltó junto a ella y la miró con expresión de estar juzgándola.

—¿Qué? No me voy a ir de verdad —comentó la niña, respondiendo a la silenciosa mirada del animal—. Ya sé que mamá no me deja ir sola.

Por toda respuesta, Gigi se estiró y bostezó. Chloe también tendría que estar durmiendo, pero era imposible que tuviera sueño después del emocionante día que había tenido. Por fin, sus madres habían empezado a enseñarle magia de verdad.

Habían estado haciendo una poción contra las plagas de babosas y luego habían usado un encantamiento para que la escoba barriese sola toda la casa. A Chloe no se le había dado mal, excepto cuando la escoba comenzó a intentar barrerles la cara a ellas. Pero lo que más ganas tenía de hacer era volar. Podía convertirse en pájaro desde mucho antes de la edad a la que la mayoría de brujos y brujas eran capaces de hacerlo. Para ella era fácil, era algo natural.

Inquieta, la niña bajó de la ventana y le dio la espalda a la ciudad llena de luces nocturnas que se veía a lo lejos. Se vistió con su nuevo uniforme de bruja: un vestido negro, zapatos y sombrero puntiagudo. Por último, tomó su orbe, una perla mágica que la ayudaba a canalizar su poder. Lo enganchó al cuello de su vestido y asintió, sintiéndose preparada.

—Solo voy a probar algún hechizo sencillo —se excusó al cruzar la ventana por delante del gato. El felino apenas entreabrió un ojo como respuesta, antes de seguir durmiendo.

Chloe se puso de pie en el alféizar y saltó a una de las gruesas ramas del viejo roble que había frente a su habitación. ¿Cómo no salir a hacer magia en una noche con una luna tan clara y un cielo tan despejado? La luz que bañaba el jardín parecía mágica en sí misma.

—Veamos, ¿qué hechizos había en la sección de principiantes del libro de magia? —intentó recordar.

Un pájaro se posó entonces en una rama, sobresaltándola. Pero también le dio una idea. Respiró hondo y colocó las manos entorno al orbe para concentrar su magia. Luego miró al pájaro, que resultó ser un cuervo, y extendió una mano hacia él.

—¡Cambia de color! —ordenó.

El cuervo la miró, ladeando la cabeza, pero no dio señales de que sus negras plumas cambiasen ni siquiera un poquito.

—¡Vamos, cambia!

El animal dio un par de pasos hacia la niña, curioso. Observó sus manos, como atraído por el hechizo. Chloe siguió concentrándose.

—¡Vamos, vamos! ¡Vuélvete de colores!

El cuervo extendió las alas.

Y, de pronto, saltó sobre la niña como un tornado, con las garras por delante.

Chloe soltó un pequeño grito e hizo aspavientos con las manos para no caer. Cuando recuperó el equilibrio suspiró, aliviada, y vio que el cuervo había salido volando.

—¡Maldito pájaro! —soltó, mientras se giraba hacia la casa.

En la ventana, Gigi la observaba fijamente. No se veía a nadie más, lo que significaba que sus madres no se habían despertado por el grito. ¡Menos mal!

La brujita se llevó las manos al orbe de nuevo, decidida esta vez a probar el encantamiento con algo que no estuviera vivo. Entonces se dio cuenta. ¡No tenía el orbe! Eso era lo que quería el cuervo, por eso la había atacado. Había visto el brillante orbe y se lo había llevado consigo. ¡Qué mal! Debía recuperarlo.

No tenía permitido hacerlo, pero no quedaba más remedio. Dio un salto y de pronto en el aire ya no había una niña, sino una paloma blanca y gris.

Con su nueva forma, Chloe batió sus alas y voló más rápido de lo que nunca había sido capaz. Estaba preocupada por si no encontraba al cuervo, pero mientras se acercaba a la metrópolis nocturna, con el viento zumbando sobre sus plumas, sintió una emoción como nunca había sentido. En las alturas, donde todo se volvía pequeño y sin importancia, era verdaderamente libre.

Gracias a la suerte, por el rabillo del ojo vio un brillo que llamó su atención. El cuervo se acababa de posar sobre un edificio con su orbe entre las garras. Chloe voló sin dudarlo hacia él, pero el pájaro la vio venir y se asustó, echando a volar de nuevo.

Cuervo y bruja se adentraron entre las carreteras de la ciudad, en una frenética persecución, esquivando coches y pasando ante semáforos y radares de las personas no mágicas que vivían allí. Aquel espectáculo de luces estaba empezando a cegar a Chloe: mirase a donde mirase había parpadeos y neones que le cansaban la vista y empezó a perder altura.

Por un momento temió no poder alcanzar al cuervo jamás. Entonces el pájaro giró una esquina y se dio de bruces contra un anuncio que decía «¡cuidado con el límite de velocidad!». ¡Qué irónico!

Chloe hizo un último esfuerzo y llegó hasta el lugar donde había caído el animal. Tirado junto al pájaro se encontraba su orbe mágico.

—Eso te pasa por no seguir las normas de tráfico —le dijo al cuervo antes de recoger el objeto. Claro que todo lo que salió de su pico fue «ruuu ruuu».

El vuelo de regreso a casa fue mucho más tranquilo y agradable, y cuando llegó estaba tan cansada que tumbarse en su cama le pareció como flotar entre cómodas nubes de algodón.

***

—¡Chloe! ¿Se puede saber qué hiciste anoche?

Chloe se sobresaltó tanto que la cuchara se le cayó dentro del bol de cereales, salpicándola de leche.

—Nada, ¿por qué? —dijo, poniendo su mejor voz inocente.

—¿Cómo que nada? ¡Estuviste volando! —insistió su madre, entrando en la cocina. Agitaba en la mano un sobre abierto con algo que parecía una foto—. ¡Sabes que lo tienes prohibido!

La mujer tiró el correo a la mesa y entonces Chloe lo vio: había llegado una foto de ella convertida en paloma. La había captado un radar por exceso de velocidad y venía con una multa de 25 euros.

Después de aquello, Chloe tuvo que trabajar en la tienda de amuletos y pociones de la familia hasta recaudar los 25 euros para la multa. Por suerte no fue mucho dinero, pero la niña aprendió una valiosa lección: nunca le acerques un orbe mágico brillante a un cuervo.

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Este mes he llegado con tiempo de sobra, ¡ya tengo tanto el microrrelato como el relato! Espero que os haya gustado.

• Este relato corresponde al objetivo número 19 del OrigiReto2019: «Básate en una noticia o hecho real para escribir un relato». Aquí os dejo la noticia en cuestión, es bastante graciosa y un poco absurda: Una paloma pillada por un radar al volar con exceso de velocidad.
  
• Los objetos ocultos incluidos en el relato son el 17: «Un tornado» y el 18: «Una plaga de babosas». También había una pluma y una mascota, pero ambos los había utilizado ya anteriormente :(.
  
• También cuenta para el objetivo secundario «Feminista», por estar protagonizado por un personaje femenino.
  
• El OrigiReto2019 es una iniciativa de Katty y Stiby, Podéis encontrar las normas y la lista de participantes tanto en el blog de la primera como en el blog de la segunda.